11.15.2016

Riofrío, fuente de aguas naturales, descanso y entretenimiento

Riofrío es un pueblito bacano al que no le queda grande cargar el río en el nombre. Lo lleva tan bien puesto, de hecho, que en su caso no es una promesa distante a kilómetros sino que queda a cuatro cuadras del parque, cruzando el puente. Ahí no más ya se puede remojar la vida en un chapuzón y comprobar la buena temperatura del bautizo.


El de ahí es uno de esos charcos felices para las familias con niños pequeños: playones, agua transparente, y la corriente que en el extremo más bajito apenas puede arrastrar las chancletas de los niños. Profundidad: solo preocupante para perritos de apartamento. 

Un parque de fritangas tradicionales:

Los sábados, el parque queda adornado desde temprano con diez puestos de fritanga que le dan la vuelta exhibiendo papas aborrajadas y empanadas de vitrina; tiras de chorizos, costillas de cerdo ahumadas y largueros de bofe que colgando sobre fogones de leña, promocionan de esa forma la frescura de los cortes y lo que hay para la venta en cada lugar. Todo viene con arepita sin sal o papa cocida. 
La señora Ana María Villegas, que lleva 36 años vendiendo frito, fue la primera en poner su sazón a disposición de todo el mundo en plena plaza central. Fue por una situación económica de ese tiempo, cuenta ella, las canas recogidas y los ojos bien negros. 
Y así la fritanga de los fines de semana se fue convirtiendo en una tradición que hoy está reglamentada por la Alcaldía. Si pasa por ahí no deje de probar los chorizos, cómalos libre de culpas así que en ese pueblo los chorizos se sirven limpios de pecado.

El gran atractivo de Riofrío, es el rio

Después de Buenaventura, no hay en el Valle otro municipio con más riqueza hídrica que éste, lo más bonito son las aguas. Los domingos llegan más de mil personas de Tuluá y otros municipios a bañar a Riofrío. El parche de los neumáticos es muy bacano: se tiran desde arriba, desde La Olla.
El parche es el antiquísimo plan de acomodarse sobre un neumático bien inflado y echarlo al agua para dejarse llevar por el río. Desde El Tablazo, que está a unos cuantos kilómetros del puente, el paseo también sale bueno y barato.
Formas de hacerle el quite al sol es lo que hay en ese pueblo que además de llevar el río tutelar en el nombre, tiene otros ocho recorriéndolo de arriba hasta abajo: empezando con el Cauca y terminando en Volcanes, pasando por Tesorito, Culebras, Ríolindo, Piedras y el Cuancua. 
Todos esos ríos dando vueltas por ahí, lo único que han hecho es ir regando belleza y más belleza sobre el paisaje, la mayoría del tiempo gravitante alrededor de una ondulación de montañas verdes de café. Algunos son diminutos paraísos perdidos, como la cascada de Salónica que queda al otro lado de ese corregimiento, donde los genes de la colonización antioqueña ya se distinguen, aunque todavía estemos lejos del norte de la región.
Pero ese lugarcito, sembrado de café y plátano a sus alrededores, tiene la misma fisionomía de cualquiera de los pueblitos paisas que el Valle tiene subiendo para Versalles o El Cairo, con esquinas donde el tiempo se quedó detenido en la fachada.

Una ruta para relajarse naturalmente:

Para llegar a la cascada hay que atravesar Salónica y tomar la vía que va hacia la vereda Alfonso-Alto; por ahí derecho hasta la finca El Avenazo. Y a partir de allí empieza verdaderamente la ruta, que se alarga unos veinte minutos a paso muy lento por la ribera de una quebrada. Cuando se acabe el camino de tierra, siga por el agua, que no serán más de cien metros mojándose de las rodillas para abajo. Al final está el premio: una caída de agua unos cien metros tan espléndida como para resultar buen plan para muchachos de colegio.
Bajando hacia allá, después de un chapuzón y seis kilómetros antes de llegar a la cabecera, está el Ecoparque Wayju, con piscinas de agua natural, senderos ecológicos, muro de escalada, pista de habilidades aéreas, 420 metros de canopy y caballos a quince mil pesos la cabalgata, también restaurantes y cabañas.