10.26.2009

Una vida llena de vocaciones y servicio a la comunidad

Redacción Tuluá
El Periódico

José Alfonso Guevara Márquez ha pasado los últimos seis años de su vida enseñando a la ciudadanía sobre las mejores formas de convivir en paz, sin emplear la violencia para dirimir conflictos y fomentando el diálogo para evitar malos entendidos.
Cambiándose las prendas de vestir y demostrando a diario que tiene una clara convicción de lo que es servir a la sociedad, combina su vida sacerdotal con la experiencia en su formación como Auxiliar.
Cuando inició su servicio militar con la Policía, todo el tiempo se distinguió por liderar importantes campañas pedagógicas contra la violencia en cualquiera de sus formas, y la pedagogía innata hacia el trato por los niños y sus padres de familia, para que se emplee en casa más la confianza y el respeto que la indiferencia.
Con agrado recuerda su padecimiento en las extensas jornadas de instrucción, mientras aprendían el orden cerrado y la doctrina policial.
Luego la presencia permanente en eventos artísticos y culturales, donde quería cambiar el corazón de las personas para que no se agredan física ni verbalmente, que respeten las normas de tránsito y que mantengan los buenos modales a la hora de saludar y despedirse, así como al referirse a una autoridad civil, militar o eclesiástica, marcaron su clara vocación por la ayuda a la comunidad.
Esa formación integral al lado de Oficiales y Suboficiales con cualidades muy humanas, lo llevó a escoger la vida sacerdotal como profesión, para seguir ayudando a más personas.
Fue así como pasó de las aulas escolares de la Policía a las del Seminario Mayor los 12 Apóstoles, con sede en Tuluá, en donde cursó sus estudios de Teología para ordenarse en el año 2005 como Sacerdote.
Ahora cuando participará en la invocación durante la ceremonia para el juramento de bandera de los 74 jóvenes que prestarán su servicio militar y que conforman la promoción Nro.018 del 2009, siente que la vida tiene sentido al lado de la Policía.
“Pareciera que el lema Dios y Patria siempre me va a acompañar ahora desde mi vida sacerdotal, y siento que cada uno de ellos puedo ser YO, revestido del poder de la palabra de Dios, para tratar de cambiar una sociedad descompuesta por tantas circunstancias en las que el hombre se vuelve un sobreviviente en una cadena de necesidades que descomponen el núcleo familiar y con él, los principios y valores que eran una prioridad, ahora se resquebrajan; por eso muchos de ellos se crían solos aprendiendo lo malo de la calle”.
Mi mayor anhelo es que alguno de estos futuros profesionales escoja la vocación sacerdotal para que ayuden al Obispado en la gran misión de evangelizar y construir un mejor país para todos. A nivel personal, hacer parte del Obispado castrense.
Mientras sus oraciones hacen realidad sus sueños, este hombre natural de Tuluá, que acabó de cumplir sus 37 años este mes y que conformó el primer grupo de 50 auxiliares que prestaron su servicio social al mando del Teniente Hernández, seguirá pregonando que su vocación sacerdotal la encontró al lado de la Policía Nacional.
Este hombre tan dado a la comunidad, trabaja en la Iglesia de San Antonio de Padua de Tuluá y en esta temporada se encarga de preparar a los niños para recibir la primera comunión en el mes de diciembre.