7.21.2015

Niños se forman en el arte de la música y fabrican los instrumentos

Redacción Ginebra
El Periódico

Todas las tardes, como si se tratara de una competencia, se ven decenas de jovencitos subidos en sus bicicletas que corren acelerados por las calles de Ginebra. No están en una competencia, su afán es llegar a la Escuela de Música. Van ahí todos los días, incluso los sábados, una pasión que tiene su raíz en el Festival “Mono Núñez”.
A diferencia del Conservatorio, en esta Escuela no se escuchan instrumentos de viento, apenas se pasa el umbral, lo que se oyen son acordes de bandola, tiple y guitarra.
Sus alumnos no empiezan con la flauta dulce, como en el Conservatorio, sino con el guitarrillo, instrumento de creación colectiva que se idearon los profesores de la Escuela. Es como una guitarra pequeña, pero de cuatro cuerdas, porque cuando los más pequeños empiezan a explorar las primeras notas de la música colombiana, por su misma contextura física, no se les enseña a tocar los bajos, así que el instrumento es ideal para comenzar a charrasquear y acompañar las rondas infantiles.
Estos guitarrillos los fabrican los mismos estudiantes, pequeños aprendices de Luthiers que ayudan a pulir el cedro, a sacar los chazos de los trozos de madera y a pegarlos para darle forma al instrumento. “Lo más difícil es tomar bien las medidas para que cada pieza cuadre”, dice Claudia Marcela Jiménez, de 14 años, que ha fabricado tres.
Para Rodrigo Duque, el profesor que los acerca a la construcción de los instrumentos de cuerda tradicional, el secreto está en el pegado de las piezas y en el secado: entre más se deje secar la madera mucho mejor, porque la madera nunca pierde el agua y así esté seca, siempre va a recoger humedad. En una bandola se le puede ir un año mientras espera a que seque bien.
En los guitarrillos, a los aprendices se les van tres meses en su construcción; en esta Escuela un instrumento puede costar un poco más que en un local comercial, pero es que no los fabrican en serie. Dalia Conde, la directora de la Escuela, dice que detrás de cada guitarra, de cada tiple, hay un Luthiers, además son hechos en cedro, pino, granadillo y palo santo.
En este municipio vallecaucano, a hora y media de Cali, no hay un solo estudiante que no sepa tocar al menos un instrumento de cuerda. La música colombiana les llega apenas ingresan al primer grado escolar y los acompañará hasta el último año de bachillerato. Les enseñan a tocar tiple, guitarra y bandola.
En las tardes el énfasis lo da la Escuela de Música, ahí deberán escoger un solo instrumento. Ensayan tres horas y media diaria y todos son becados, a nadie le cobran un solo peso por las clases.
“Claro que vemos televisión. Pero no le dedicamos tanto tiempo como a la música”, dice César Orrego, mientras toca su bandola a la que se ha dedicado durante los últimos siete años.
La Escuela responde por 1.110 estudiantes, incluidos los de las clases que se dictan en las instituciones educativas dentro del currículo.